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Eldy-ablo en Guantánamo

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Como sacado de un fabulosa comedia, le hemos visto asumir múltiples roles en la escena local y nacional. De sereno a panadero, e incluso curandero, también ha sido lobo, “negrito” y hasta gallego (estos últimos personajes típicos del Teatro Bufo Cubano), así ha sido Eldy Cuba Milán, uno de los más versátiles y genuinos artistas guantanameros de estos tiempos.

Treinta años de quehacer escénico como actor, director, vestuarista, diseñador, declamador, titiritero, animador… respaldados por el aplauso de públicos de todas las edades, validan la profesionalidad de este hombre, con quien Venceremos dialoga para conocer su historia, que es también la del teatro en la provincia, patrimonio del pueblo y de la Revolución.

De Naranjo Agrio al Teatro


Eldy no nació en la tierra de entre ríos, sino allá en Sagua de Tánamo, justo en la comunidad de Naranjo Agrio, donde vio la luz un 13 de junio de 1969, “y casi no hago el cuento porque nací con el cordón umbilical enredado en el cuello”, relata el interlocutor, quien confiesa que solo volvió a ver su cuna geográfica una vez a los 9 años, porque la familia emigró hacia la ciudad del Guaso.


Ya en el Alto Oriente, los Cuba y los Milán (productores de café desde tiempos remotos) se dedicaron a laborar en cuantas faenas aparecieron: educadores, comerciantes, médicos, dirigentes, personal de Salud, de seguridad y protección… pero el inquieto Eldy quería más.


“Nadie en mi familia era cercano al teatro, la música, la plástica o la danza, pero yo sí desde la primaria, allá en el seminternado Clodomira Acosta del Reparto Obrero, sentía esa vocación y tuve la dicha de contar con una maestra (Consuelo) que me animaba en ello. Después en Conrado Benítez, la directora, Enma Gago, me convenció de animar todos los actos y actividades culturales.


“En la secundaria no destaqué mucho, preferí dibujar y escribir poemas, pero al llegar al preuniversitario me hice artista aficionado y con instructores de arte, que hoy son mis compañeros de trabajo, comencé a hacer teatro en Niceto Pérez. De ese tiempo eran María Cristina Dubois, Ernesto Llewelyn, Felipe Guibert, Angel Savón, Lourdes Pérez, Tomas Jarrosay, Consuelo Duporté… ellos me apoyaron incondicionalmente, en especial Consuelo, quien hasta hoy me sirve de guía”, cuenta Eldy y agrega.

“Mi debut fue en el grupo Relevo, de la brigada artística de la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media. Con ese conjunto fui declamador e hice mis primeras obras En chiva muerta no hay bandido y Ese sinsonte tiene dueño. Además estuve en centros educacionales y festivales de artistas aficionados en La Habana y Villa Clara, así se fue moldeando mi camino”.


Más la vida de aficionados no era suficiente para el joven actor, y cual juglar que sale en busca de su destino, se enrumbó hacia la segunda capital del país, Santiago de Cuba, motivado por participar en los talleres del Cabildo teatral que en esa hermana provincia impartían grandes de la escena local y nacional como Fátima Patterson y Rogelio Meneses.


“Al mismo tiempo decidí incursionar en el mundo del cabaret, como vestuarista al inicio, pero luego pasé a conductor y productor de espectáculos. Allí vencí todos los miedos al público, Santiago fue mi soporte y fuente de sustento cuando apenas era un adolescente que soñaba de lejos con el teatro.


“En la tierra caliente fui hasta especialista de la Casa de la Cultura municipal, pero al llegar los 90 y con ello el Periodo Especial tuve que retornar a Guantánamo. Entonces tomé otro curso en el Cabildo de aquí y el 1 de abril de 1992, después de estrenar El rap de los pecados (versiones de cuentos de Geovanni Boccaccio), me hice actor profesional. Agradezco por su apoyo en esa aspiración a Humberto León Guevara, Tania Barbán y el siempre presente Rafelito González.


Vivir para la escena


Para Eldy Cuba Milán el teatro lo ha sido todo en la vida. La fuente de sus alegrías, y también de sus malos ratos, allí encontró familia, amigos y la razón para quedarse pese a las tentaciones de explorar algo nuevo.


“En Guantánamo he experimentado mi realización como artista -asevera Eldy-. Ha sido una escuela desde que en 1992 entré al Cabildo. Me entregaban obras y personajes difíciles, quizás para ponerme a prueba porque era mayormente autodidacta. En 1993 pude participar con Orum Teatro en Icú la muerte, de tipo folclórica y ello marcó improntas en mí, al demandar mayor madurez y colaborar con artistas como Humberto León.


“Con esa puesta en escena estuvimos en el Festival Nacional de Teatro de Camagüey y el Internacional de La Habana, en la Fiesta del Fuego en Santiago y fui por primera vez a la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa, en 1994; ese mismo año monté Ochosi, donde me estrené como director, vestuarista y actor al mismo tiempo, además gané el premio de actuación y de la popularidad en el Encuentro provincial de Teatro”.


Hasta la actualidad ha trascendido la versión “eldyana” de Ochosi, incluso en 2018 mereció premios en el Festival Máscara de Caoba. Por otra parte, quienes siguen el bregar constante de Eldy, coinciden en que si hay otra obra que demuestra la maestría e histrionismo del teatrista es Opalín y el diablo.


“Siempre he dicho que los títeres me descubrieron a mí, de la mano de figuras como Lolita Olivares y su proyecto Polymita, pero no fue hasta 1997 cuando mostré al mundo Opalín y el Diablo, que comprendí el lazo inquebrantable que me uniría a las marionetas.


“Todo fue idea del gran titiritero Armado Morales, quien en plena Cruzada Teatral, durante 1996 se me acercó y me dijo tu eres atrevido, el año próximo móntalo. La puesta duró inicialmente 18 minutos, todo el mundo se divirtió con aquella mezcla de humor, fantasía, juego y picardía. Hoy sigo presentándolo y el goce es igual o mayor, hasta hay quien piensa que los muñecos tienen vida.


“Con Opalín… entré al Guiñol, allí actué en El perro que no sabía ladrar, El retablillo de Don Cristóbal, Los bailes del deseo… pero ninguna de mis actuaciones ha calado tanto como el unipersonal de Opalín y el Diablo, también es que lo he presentado en casi todos los eventos del género titeril o no y por esa misma razón, e igualmente por la sagacidad de incorporar diablos a otras de mis historias, me he ganado el sobrenombre de El diablo Eldy”, revela.


Precisamente ha sido la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa el escenario donde más han hecho de las suyas los diablos de Eldy...


“Ese público me ha forzado a repensar cada espectáculo, extenderlos hasta una hora, buscar variedad y calidad para que mi trabajo satisfaga las necesidades de quien lo ve. Igualmente aprendí a obrar en disímiles espacios, para alrededor de un centenar de concurrentes, o para diez. Allí me entrené psicofísicamente y actualmente todo lo que hago nace pensando en cómo va a funcionar en la Cruzada, porque ese evento para mí es cosa sagrada”, admite.


Miembro de honor de la Asociación Hermanos Saíz, y de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, Eldy siente que aún queda mucho por hacer a favor de la creación artística en Guantánamo, por eso ejerce como docente con las nuevas generaciones de instructores de arte y de profesor en la Escuela de Danza Alfredo Velázquez.


“Me gusta mucho dar clases para mostrar mi experiencia y si les sirve mejor… eso me motiva tanto como armar espectáculos, de hecho, estoy montando tres fuera de Guantánamo, porque hacer teatro acá es muy complejo por las carencias materiales, pero también humanas, hablo del respaldo que necesita y merece el artista, más allá del salario… es increíble cómo muchos costeamos las producciones con nuestros ingresos, porque eso sí nunca aceptaríamos cerrar el teatro”, afirma Cuba Milán en tono enfático.


“Para que tengas un idea -comenta- desde que en 1997 estrené la obra Opalín y el Diablo, nunca se me ha pagado el derecho de autor, ni la de El panadero y el diablo. Admito que yo desconocía que debía exigirlo, pero ¿qué hacen las instituciones responsables de velar por eso? Realmente a veces quisiera dejar a un lado todo, pero me basta con estar frente al público y comprendo que mi deber está aquí encima de los escenarios”, concluye.

 

Dairon Martínez Tejeda

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